- JM. Prado – Antúnez ha sido calificado de muchas maneras en su hacer poético,raro, inusual, complejo, ininteligible...
- Efectivamente son muchos los calificativos con los que se ha definido mi poesía. No quiero hacer una poesía al uso y con la corriente. Quizá por un espíritu de contradicción he decidido nadar contra la corriente. Busco otorgar a la palabra un valor nuevo, que nos permita, tanto al lector como a mí, modificar sustancialmente el lugar desde el que contemplar la realidad, esta realidad que nos ex – tresa al estresarnos.
- Y, ¿Cuál es ese lugar?
- La sur – realidad por supuesto. Un lugar virtual en el que muera la humanidad y renazca el individuo con su propia inocencia y como si propusiera el nombre a las cosas por vez primera. Ese individuo soy yo y es mi manera de hacer poesía e invito a las personas, a través de la poesía, a la superación del complejo de Edipo, a la muerte simbólica de la humanidad, para que se encuentren ante la novedad de la palabra irracional y del asombro.
- Irracionalidad, asombro...
- Las cosas dejaron de asombrarnos desde que se inventó el viaje espacial. Nada de lo que hay es capaz de modificar el asombro del hombre. Debemos hacer que el hombre se asombre por otras cosas distintas. Que mejor que el mismísimo hombre, el mismo, su inconsciente colectivo en este caso. Aquello que es deseo, pasión, impulsividad, pero que pertenece a la totalidad de individuos y por ello se convierte en lo in - conseguible, a no ser que rompas las barreras de lo normativo y busques instituir a la palabra de un valor nuevo, distinto, trasgresor. La palabra antes de que fuese hollada por cualquier hombre. Mi poesía intenta buscar y robar la inocencia de quien la lee para hacérsela patente. Es una invitación a un festín y a una orgía lingüística
- No es muy ortodoxo..
- Al contrario, deseo romper las ortodoxias y buscar una nueva forma o vía, re - fundacionar los viejos arquetipos olvidados y desgastados de la humanidad. Deseo recoger lo mejor de todo lo habido hasta el momento. Un eclecticismo puro y duro. No olvido y recuerdo que la persona ecléctica es aquella que se quiere quedar con lo mejor, lo más propio entre lo que queda a los extremos, la inocencia.
- Pero, no me ha quedado claro de que van sus poemas...
- Intento que mis poemas hablen del deseo, por supuesto, del fracaso, por supuesto. Pero no desde el deseo y el fracaso. Mis poemas hablan del agua que se desborda de un vaso, por ser metafórico, pero no en cuanto estuvo en el vaso, sino en cuanto que es agua desbordada y rodea al vaso. Quizá pudieran hablar de la huella, del rastro que queda en ella cuando era una gota en ese vaso y a punto del derrame, pero ha perdido el contexto. Huella y pérdida, poesía del rastro. La poesía que intento realizar habla del rastro de carmín en una taza de café cuando ya no hay a quién achacarle el rastro.
-¿Cómo construye sus poemas, es lo que deseo saber?
- Desde la total improvisación, como una sesión de jazz, como en una “jazz – session”. Las palabras van surgiendo improvisadamente, espontáneamente, sin conciencia de su ligazón, de su “hilvanamiento”. Las palabras son como los instrumentos, cada una con su música, y las permito entrar cuando lo desean y quieren, sin limitaciones sintácticas o semánticas. El resultado final, con su concordancia o su disonancia, con su reflexividad o ironía, con su eroticidad o su “envelamiento”, lo pondrá el conjunto del libro, el lector cuando lo escuche. Es preferible que este lector lea en voz alta y escuche, se escuche, como si asaltara territorios abisales sin uniformidad, con pies de plomo quizá, y se sienta incomprendido en ese espacio, como el propio autor e intente salir por el único resquicio de esperanza que queda...
- ¿Qué es?
- Debe leerse el libro
- Ha repetido en varias ocasiones inocencia...
- Me gusta esa visión del hombre como un ser de inocencia, de bondad absoluta, que haga lo que haga no hay culpabilidad porque todo lo hace para volver al origen de la vida. Al origen mismo del nacimiento de la palabra. Me gusta definir mi poesía actual como un atraco a inocencia poética alevosa.
- Por qué no es usted más entendible, por favor, que todo el mundo le achaca la inteligibilidad...
- Lo sé, que es uno de los sambenitos que me han colgado, un prejuicio. Creo que es un prejuicio, sin más. La inteligibilidad surge, a mi modo de ver, de la propia materia a poetizar, ese rastro que busco en la realidad. Una vez dije que pretendía recoger la imagen que ve una pupila cuando desaparece el objeto que la produjo. Y no quiero privar al lector del asombro en la lectura, de la dificultad de leer. Hablar de la facilitar al lector la tarea de leer, me parece demagógico. No quiero escribir primero y deglutir mi escritura como lector para volver a escribir lo que creo que se debe entender y dirigir la lectura por mis propios derroteros. Para eso, ni se necesita un lector ni uno se desenvuelve como escritor. Sería otra cosa... un comentador de textos.
- Entonces, su poesía es improvisación, espontaneidad e inocencia...
- Esas tres palabras van amalgamadas en mi poética o son el fundamento de mi poesía. Escribir desde la improvisación, permitir que acceda la espontaneidad y dote de sentido al “palabreo”, y que la inocencia quiera manifestarse a través de ello. Existencial.
- De usted ha dicho Leopoldo de Luis que es “un poeta verdadero que construye destruyendo, que es la manera más fecunda de otorgar valor a la palabra”.
- Agradezco enormemente las palabras de Don Leopoldo de Luis, que es un gran poeta. Las acojo desde la más absoluta humildad, porque a mí me falta recorrer un gran camino para llegar a la mitad de altura de ese gran maestro, maravilloso, al que aprecio y profeso un cariño enorme. De igual manera que agradezco el prólogo de Xulio L. Valcárcel, en el que se nota el cariño que me tiene.
- En qué trabajamos ahora...
- En la corrección e infinitas relecturas de un nuevo manuscrito que lleva un título no definitivo de “Perdurablemente anfetamínico” y en ser feliz aceptando la vida con un sí eterno, como quería Unamuno.
Que sólo se muere una vez.